“¡Me he lesionado, qué mala suerte he tenido”, “¿cómo es posible que esto me haya pasado a mí?”, “¿y ahora qué?”, “¡no puede ser, adiós a la temporada!”
Este tipo de comentarios y afirmaciones se suelen escuchar continuamente entre deportistas de diversas modalidades deportivas cuando sufren una lesión y se han de enfrentar a la realidad de estar “alejados” de la práctica deportiva por un tiempo determinado.
Muchos deportistas, incluso, entrenadores y resto del staff técnico, suelen recurrir al factor “suerte” para justificar cierto tipo de lesiones. Sin embargo, no prestan atención a una serie de factores determinantes como son los procesos psicológicos involucrados en el desarrollo y rendimiento deportivo.
Así, siguiendo a Carrascosa, referente de la psicología deportiva en España, es importante entender que “todo lo que pasa en nuestro cerebro, se somatiza en nuestro cuerpo”, es decir, cuando el deportista entra en la espiral de pensamientos negativos en forma de autodiálogos como “las cosas no me están saliendo”, “tengo que demostrar”, “no puedo fallar”; acompañados por la urgencia del resultado, por tener que demostrar su valía traducido como autopresión y apareciendo en forma de estrés, ansiedad; en el recuerdo de experiencias emocionales negativas como “otra vez la misma situación, fallé y ya están los pitos”, etc., provoca que el deportista viva la situación competitiva con mucha tensión, llegando a tener lesiones óseas, musculares y tendinosas derivadas por una carga psicológica mal gestionada.
En base a ello, desde la psicología deportiva se busca, principalmente, ayudar a los deportistas a que puedan reconducir los procesos psicológicos/emocionales negativos a través del entrenamiento mental centrado en técnicas como, por ejemplo, la relajación muscular de Jacobson, la detención del pensamiento, la re-estructuración cognitiva.
Rubén Rodríguez Rodríguez - Psicólogo deportivo en Sanaya